Experiencias vividas... acciones no previstas

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Datos duros:
  • 14 niños de 7 familias diferentes
  • Económicamente muy necesitados
  • 3 de preescolar
  • 11 de primaria

Nivel académico:
Realidad detectada:
  • 11 niños de primaria
  • 4 de primero de primaria
  • De los otros 7, cuatro tuvieron que repetir año (y otros 2 porque no nos fue posible).
  • En calificaciones, los niños estaban aprobados, incluso algunos hasta con 9.7 de promedio (de los que tuvimos que pedir que repitan año).
  • De las 7 familias, 3 son disfuncionales.
  • Varios de los padres de familia tienen un nivel de estudios muy bajo (o nulo).

Estrategias tomadas:
  • Algunas maestras han sacrificado horas de clases especiales (como inglés, computación) para dedicarles un tiempo especial en la regularización de matemáticas y español (lectura de comprensión y escritura).
  • A los más grandes se les invitó a venir por las tardes a clases de apoyo.
  • Algunos alumnos se han comprometido a colaborar en la regularización de los alumnos (en la parte de lectura).
  • El H. Manuel está apoyando en las mañanas con matemáticas a los 4 alumnos más grandes.

Reflexión a futuro. Posibles acciones a prever.

  • Examen diagnóstico de ubicación (de grado).
  • En casos especiales, ver si es posible algún “curso de regularización” como condición para entrar al colegio y que llegaran menos distantes en lo académico.
  • Proponer estrategias para que se organicen en sus estudios y tareas.   

Y los ojos del corazón... vieron una luz...

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La Sra. María Elena me compartió la siguiente experiencia:

En la segunda semana de octubre, su hijo Héctor tuvo un problema con Noé y terminaron peleando. Reconoce que su hijo -al igual que Noé- es muy inquieto. Ambos están en 4º año de primaria. Denisse, la hermana de Héctor y que está en 5º, vino a defender a su hermano, pero Noé terminó también ofendiéndola verbalmente. Los dos hermanos se fueron en bicicleta y Noé, además de insultarles, sin pensar en las consecuencias se puso a aventarles pedradas.
Por la tarde, Denisse le platicó todo a su madre (la Sra. María Elena), quien se indignó por lo sucedido y se preocupó por las posibles consecuencias que pudo haber tenido el evento (algún descalabro, un golpe, una cortada en el ojo -pues su hija tiene lentes-). Le pidió a su hija que investigara donde vivía Noé (pues ella estudia en el mismo salón de Pablo, hermano mayor de Noé).

Al día siguiente la niña le dio las señas de donde vivía: “Te vas hasta la Virgencita, y de allí subes por toda la calle empedrada hasta lo más alto y luego vuelta a la izquierda, a media cuadra. Viven en la Loma” (la Loma es la colonia de peor fama aquí en Cocula).

Por la tarde, sin que sus hijos supieran, la sra. María Elena fue a hablar con la abuela de Noé. No batalló mucho en encontrar el lugar. Preguntó por doña Cuca y cuando la encontró le expuso la situación. Sin embargo, ya para ese momento, el lugar donde vivían le había impactado. Denotaba suma pobreza: el cancel de la entrada son unos alambres sostenidos en palos secos enterrados en el suelo; del lado derecho se encuentra un pequeño fogón hecho con unos ladrillos apilados donde se ven restos de madera quemada y una parrilla soprepuesta en los ladrillos; un tambo de metal lleno de agua; las paredes de la casa son de material, pero no tiene ventanas, ni piso, sino que están en la terracería, dentro se alcanzan a ver dos camas llenas de cosas, sumamente desordenada, con aspecto sucio. Esto es lo que a simple vista se pudo percibir (sin entrar a la casa).

- Hola sra. ¿Usted es doña Cuca?- preguntó la sra. María Elena.
- Es correcto, Sra. ¿En qué le puedo ayudar? -contestó doña Cuca.
- Lo que pasa es que vengo a darle una queja de su hijo Ramiro (su nombre es Ramiro Noé) – Y le platicó la historia.
- Ya me había comentado mi nieto -contestó doña Cuca – y la verdad, me siento muy apenada.
Estuvieron platicando un momento y luego llegó Noé con unos de sus amigos. Doña Cuca le presentó a la sra. María Elena y explicó el motivo de su visita.

En eso se oyó una voz de dentro de la casa: -Ay Noé, pero ahorita que encuentre el cable vas a ver cómo te doy unos golpes. Es que no entiendes...- Dijo otra señora más joven mientras se asomaba a la puerta.
- ¿Perdón? ¿Y usted quién es? - pregunó la sra. María Elena.
- Soy tía de Ramiro Noé – contestó.
- ¿Y por qué le va a pegar? No estoy de acuerdo que lo golpee, y menos con un cable. Le voy a pedir por favor, que me prometa que no va a golpear a Ramiro.
En ese momento Ramiro soltó el llanto y corrió a abrazar a la Sra. María Elena. Le pidió disculpas por lo que hizo, le agradeció que lo haya defendido y le prometió que no volvería a pelear con sus hijos.
- Yo lo único que quiero es evitar que haya más problemas. Y que realmente cumplas que ya no vas a estar peleando con mis hijos, ni con otros niños.
- Se lo prometo – contestó Ramiro.
Y la sra. María Elena terminó de platicar con doña Cuca y con la tía de Ramiro.

Sin embargo, la visita a esa casa le dejó a la sra. María Elena un gusanito en su corazón. ¿Cómo es posible que haya gente que viva en tanta pobreza? A los días le llevó a regalar una ropa que tenía para donar a Cáritas. Además les llevó unos cuántos kilos de carne para que pudieran comer. Allí se dio cuenta que no tenían refrigerador, ni estufa. Doña cuca solicitó a una vecina que si les podía guardar esa carne en su refri.

Ese día, antes de irse, le tocó ver llegar a Pablo, el hermano mayor. Venía todo sucio y adolorido, pues había ido a ayudar a un señor a descargar escombro y mover ladrillos y piedras. Quería ganar un poco más de dinero para poder pagar la cuota de MARCHA, pues había entrado al grupo (cabe mencionar que esa cuota se le pidió intentando evitar que se fueran a acostumbrar a que todo se les iba a regalar; se le dijo que iban a ser 60 pesos, que podía irlos pagando cuando pudiera, sin presionarse. Y sin que él lo supiera, ese dinero se le iba a devolver a su familia en despensa, pero sentiría que él logró entrar en el grupo gracias a su esfuerzo). Este hecho le impactó a la sra. María Elena. En cuanto Pablo se fue, le dijo a doña Cuca que ella le iba a regalar la playera de MARCHA e iba a pagar la cuota, pero que le pedía que no siguiera yendo a trabajar a ese lugar, pues a su corta edad se podía lastimar de por vida...


La Sra. María Elena platicó esta situación con lágrimas en los ojos. En un inicio ella iba decidida a dar una lección y terminó recibiéndola. Su hija Denisse en momentos le reclama que por qué ayuda a la familia de ese niño tan grosero, “pero esa ya es mi tarea y responsabilidad; me toca a mí trabajar para sensibilizar a mi hija”. Y esto gracias a que los ojos de su corazón vieron una luz, y se dejó iluminar...  

Pablo: un padre para sus hermanos.

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     El día que llegó Pablo por primera vez a la escuela (agosto 18, más o menos las 11:30 hrs), me di cuenta que en su familia ha asumido, a sus 11 años, el rol de padre de familia.

- Yo creo que voy a trabajar en la tarde para ganar algo y poder comprarle zapatos a mi hermano Noé- me comentó.
- Y a la hora de los recreos, en la otra escuela en que estudiaban, ¿comían algo? Porque aquí hay una tiendita- le comenté.
- Mi abuela nos daba de comer antes de irnos (asistían al turno vespertino) y comíamos hasta que regresábamos. Pero voy a ver si consigo algo de dinero haciendo algunos favores o trabajos, para darle a mis hermanos - me contestó.
Noé y Pablo
(nietos de doña Cuca)

     11 años tiene Pablo, y una de las preocupaciones en su vida es la de trabajar para ayudar al sustento de su familia. Su abuela nos ha comentado que muchas de las tardes se va a realizar algunas labores, o conocidos que van por él para que les ayude a descargar ladrillos, tirar basura, plantar algo, etc.


   El ser papá ha sido un papel que Pablo ha asumido desde pequeño. Y creo que quizás en gran parte se deba a cuando, estando aún él más pequeño (aproximadamente 6-7 años), a su madre se le ocurrió regalar a su hermanito Julián. Doña Cuca todavía no sabe la verdadera razón, pero ese mismo día lo trajo de vuelta, y a partir de entonces tramitó la custodia de sus cuatro nietos y los llevó a vivir consigo. Y antes de salir, doña Cuca siempre le decía a Pablo: "Ahí te encargo a tus hermanos. No te les despegues". Y hasta hoy es algo que sigue siendo muy notorio. A excepción de Noé (9 años), los dos más pequeños (Fátima y Julián) hacen lo que Pablo les dice, pues realmente lo ven como el padre que no tienen.


¿Y los nietos de doña Cuca?

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     Agosto 18, primer día de clases. Todos los niños habían llegado. ¿Todos? No. Realmente no. Estuve buscando desde la entrada a ver si veía a los 4 hermanos, los "hijos" de doña Cuca (ella así les llama, aunque son sus nietos), y no, no llegaron. Esperé un poco más. Como a las 11:00 a.m. me comuniqué a su teléfono (tiene un celular muy viejito que le sirve para recibir llamadas). Me contestó Sofía, otra nieta de doña Cuca.
Los cuatro nietos de Doña Cuca 
Pablo, Uriel, Noé y Fátima (de izquierda a derecha)

- Hola Sofía. Soy el maestro Santiago. ¿Está doña Cuca?
- Sí está, maestro- y me la pasó al teléfono.
- Hola doña Cuca. Hablé para preguntarle por qué no vinieron sus nietos a la escuela.
- Maestro, me da mucha pena. Lo que pasa es que no vamos a tener dinero para comprar los uniformes ni los útiles- me contestó doña Cuca.
- Doña Cuca. Acuérdese que el día que le hicimos la invitación le dijimos que le íbamos a ayudar con todo. Aquí tengo unos uniformes que nos han dado algunas familias; nosotros les daremos los cuadernos y útiles escolares, lo que les haga falta, y les conseguiremos los libros. ¡Los estamos esperando con mucho gusto!
- Bueno maestro. Ahorita los envío.

     Una media hora después llegó únicamente Pablo. Lo recibí con mucho gusto. Le pregunté por sus hermanos, pero realmente su abuela lo había enviado a ver si era cierto lo que les habíamos prometido (quizás están acostumbrados a tantas promesas no cumplidas, pensaba para mí).

 - Mira Pablo- le dije. Yo sé que tu abuela no va a poder comprarles lo que necesitan. ¿De verdad tú quieres estar aquí en el Colegio?
- Claro que sí- me contestó.
- Pues entonces ve y dile a tu abuela que los esperamos a los cuatro. Que aquí tengo uniformes, que les conseguiremos cuadernos. Vean qué útiles tienen ustedes y lo que les haga falta trataremos de apoyarlos. ¿Cómo ves?
- De acuerdo, maestro-.
- Pues ve pronto. Aquí los espero.

     Pasó el tiempo y al no verlos llegar, pensé que no vendrían. Eran las 13:30 hrs, todos los alumnos salían de clases y ellos no llegaron. Al rededor de las 14:00 hrs me disponía irme a la casa, cuando en ese veo venir a los 4 hermanos.
-¿Por qué tardaron tanto? Pensé que ya no iban a venir- les pregunté.
- Es que los metí a bañar a todos- contestó Pablo, el mayor de los 4.

     Ese día, gracias a la generosidad de las familias, pudimos darles uniformes a cada uno. Confieso que no eran nuevos, pero la mayoría estaban en muy buen estado. De todos los 14 niños "Montagne", para mí, eran los que vivían la situación económica-familiar más complicada, y a quienes más debíamos apoyar.

¿Y por qué no? (1.2)

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     Días más adelante le comentamos al director (el H. Chalo Castillo) la inquietud de Pablo, y su respuesta fue otra pregunta "¿Y por qué no? Vamos buscando la manera". Y habiendo hablado también con el coordinador académico, nos dejaron la tarea de hacerles llegar la invitación a varias familias. "Vamos a ver si podemos reunir unos 40 niños". En un principio se pensó en niños de preescolar y primaria, exclusivamente. 
     Mi esposa Marlene y yo nos dimos a la tarea de volver a visitar a las familias, primeramente a las que ya conocíamos. 

La condición: que sean familias económicamente muy necesitadas, que por sus propios recursos no podrían estar en el Colegio. 

La propuesta: apoyarlos con la beca total, inclusive con la inscripción. 

Si se ve necesario, apoyarlos con el costo de los libros y/o de los uniformes. Si pueden pagar algo, que lo hagan, aunque sea poco a poco.
     Estas decisiones las tomamos al pensar los siguientes puntos: 
  1. En una escuela de gobierno deben gastar en útiles, pero no en libros (por lo tanto es probable que ese sea un impedimento = debemos ayudarles si se requiere). 
  2. Deben comprar uniformes; será un gasto extra si ya tenían los de su escuela (si se ve necesario también hay que ayudarles). 
     Con esos datos, visitamos a las familias que ya conocíamos, y buscamos otras familias que vivieran en situaciones de pobreza. 
     Algunos padres de familia expresaban sus inquietudes: "Es que los del colegio se visten bien todos los días", "¿No irán a hacer sentir mal a nuestros hijos porque no tenemos dinero?".
     Varios días estuvimos recorriendo las calles de Cocula, especialmente las cercanías. A excepción de las familias conocidas, a las que visitábamos por primera vez y les hacíamos la propuesta, nos parecía que nos veían con desconfianza. Alguna persona nos expresó que su esposo les dijo: "Eso te dicen ahorita, pero el año que viene te van a querer cobrar todo...". 
     
     ¿Cómo podemos cobrarles a los nietos de Doña Cuca, quien ha tomado la patria potestad de sus 4 nietos ya que su madre y su padre literalmente se han desentendido de ellos? ¿Cómo podemos cobrarle a esa abuela que vende chicles en la plaza y todos los días va -o manda a alguien- al comedor de Cáritas por comida que generosamente les regalan? ¿Cómo podríamos cobrarles a quienes sabemos que no nos van a poder pagar? Esas son las preguntas que resonaban en nuestras cabezas al escuchar dichos temores...