La
Sra. María Elena me compartió la siguiente experiencia:
En
la segunda semana de octubre, su hijo Héctor tuvo un problema con
Noé y terminaron peleando. Reconoce que su hijo -al igual que Noé-
es muy inquieto. Ambos están en 4º año de primaria. Denisse, la
hermana de Héctor y que está en 5º, vino a defender a su hermano,
pero Noé terminó también ofendiéndola verbalmente. Los dos
hermanos se fueron en bicicleta y Noé, además de insultarles, sin
pensar en las consecuencias se puso a aventarles pedradas.
Por
la tarde, Denisse le platicó todo a su madre (la Sra. María Elena),
quien se indignó por lo sucedido y se preocupó por las posibles
consecuencias que pudo haber tenido el evento (algún descalabro, un
golpe, una cortada en el ojo -pues su hija tiene lentes-). Le pidió
a su hija que investigara donde vivía Noé (pues ella estudia en el
mismo salón de Pablo, hermano mayor de Noé).
Al
día siguiente la niña le dio las señas de donde vivía: “Te vas
hasta la Virgencita, y de allí subes por toda la calle empedrada
hasta lo más alto y luego vuelta a la izquierda, a media cuadra.
Viven en la Loma” (la Loma es la colonia de peor fama aquí en
Cocula).
Por
la tarde, sin que sus hijos supieran, la sra. María Elena fue a
hablar con la abuela de Noé. No batalló mucho en encontrar el
lugar. Preguntó por doña Cuca y cuando la encontró le expuso la
situación. Sin embargo, ya para ese momento, el lugar donde vivían
le había impactado. Denotaba suma pobreza: el cancel de la entrada
son unos alambres sostenidos en palos secos enterrados en el suelo;
del lado derecho se encuentra un pequeño fogón hecho con unos
ladrillos apilados donde se ven restos de madera quemada y una
parrilla soprepuesta en los ladrillos; un tambo de metal lleno de
agua; las paredes de la casa son de material, pero no tiene ventanas,
ni piso, sino que están en la terracería, dentro se alcanzan a ver
dos camas llenas de cosas, sumamente desordenada, con aspecto sucio.
Esto es lo que a simple vista se pudo percibir (sin entrar a la
casa).
-
Hola sra. ¿Usted es doña Cuca?- preguntó la sra. María Elena.
-
Es correcto, Sra. ¿En qué le puedo ayudar? -contestó doña Cuca.
- Lo que pasa es que vengo a darle
una queja de su hijo Ramiro (su nombre es Ramiro Noé) – Y le
platicó la historia.
- Ya me había comentado mi nieto
-contestó doña Cuca – y la verdad, me siento muy apenada.
Estuvieron platicando un momento y
luego llegó Noé con unos de sus amigos. Doña Cuca le presentó a
la sra. María Elena y explicó el motivo de su visita.
En eso se oyó una voz de dentro de
la casa: -Ay Noé, pero ahorita que encuentre el cable vas a ver cómo
te doy unos golpes. Es que no entiendes...- Dijo otra señora más
joven mientras se asomaba a la puerta.
- ¿Perdón? ¿Y usted quién es? -
pregunó la sra. María Elena.
- Soy tía de Ramiro Noé –
contestó.
- ¿Y por qué le va a pegar? No
estoy de acuerdo que lo golpee, y menos con un cable. Le voy a pedir
por favor, que me prometa que no va a golpear a Ramiro.
En ese momento Ramiro soltó el
llanto y corrió a abrazar a la Sra. María Elena. Le pidió
disculpas por lo que hizo, le agradeció que lo haya defendido y le
prometió que no volvería a pelear con sus hijos.
- Yo lo único que quiero es evitar
que haya más problemas. Y que realmente cumplas que ya no vas a
estar peleando con mis hijos, ni con otros niños.
- Se lo prometo – contestó
Ramiro.
Y la sra. María Elena terminó de
platicar con doña Cuca y con la tía de Ramiro.
Sin embargo, la visita a esa
casa le dejó a la sra. María Elena un gusanito en su corazón.
¿Cómo es posible que haya gente que viva en tanta pobreza? A los
días le llevó a regalar una ropa que tenía para donar a Cáritas.
Además les llevó unos cuántos kilos de carne para que pudieran
comer. Allí se dio cuenta que no tenían refrigerador, ni estufa.
Doña cuca solicitó a una vecina que si les podía guardar esa carne
en su refri.
Ese
día, antes de irse, le tocó ver llegar a Pablo, el hermano mayor.
Venía todo sucio y adolorido, pues había ido a ayudar a un señor a
descargar escombro y mover ladrillos y piedras. Quería ganar un poco
más de dinero para poder pagar la cuota de MARCHA, pues había
entrado al grupo (cabe mencionar que esa cuota se le pidió
intentando evitar que se fueran a acostumbrar a que todo se les iba a
regalar; se le dijo que iban a ser 60 pesos, que podía irlos pagando
cuando pudiera, sin presionarse. Y sin que él lo supiera, ese dinero
se le iba a devolver a su familia en despensa, pero sentiría que él
logró entrar en el grupo gracias a su esfuerzo). Este hecho le
impactó a la sra. María Elena. En cuanto Pablo se fue, le dijo a
doña Cuca que ella le iba a regalar la playera de MARCHA e iba a
pagar la cuota, pero que le pedía que no siguiera yendo a trabajar a
ese lugar, pues a su corta edad se podía lastimar de por vida...
La
Sra. María Elena platicó esta situación con lágrimas en los ojos.
En un inicio ella iba decidida a dar una lección y terminó
recibiéndola. Su hija Denisse en momentos le reclama que por qué
ayuda a la familia de ese niño tan grosero, “pero esa ya es mi
tarea y responsabilidad; me toca a mí trabajar para sensibilizar a
mi hija”. Y esto gracias a que los ojos de su corazón vieron una
luz, y se dejó iluminar...